Si hay un recurso que es propicio de ser explotado al máximo
por cada uno de nosotros, ese es nuestra mente. Nuestra opinión. Nuestro
derecho a pensar. A decir lo que sentimos. No podemos permitirnos ni un solo día
de nuestra vida el acto de omitir un hecho de injusticia, ya sea propio como
ajeno. “Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia
cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo” solía decir el Che, y
estoy convencida de que es importantísimo y sumamente necesario que suceda eso.
¿Qué sería de cada uno de nosotros, sin personas al lado para luchar contra la
injusticia? Necesitamos siempre del otro, en cualquier instancia de la vida. Ya
sea como contención, como consuelo, como accionarios, como pequeños
despertadores para que nos remarquen nuestros errores, como apoyo; como
soportes, en fin. Y además de necesitar del otro como sopor, lo necesitamos
para hacer fuerza, juntos. Unidos. Con un fin en común. Que si ocurre una
injusticia, no silencie. Ni vos, ni yo, ni ellos. Que no silencie nadie, porque
el que silencia está del lado del opresor.
Luchar por ideales, luchar por derechos, luchar por nuestros sueños, luchar en contra de la injusticia.
Luchar por ideales, luchar por derechos, luchar por nuestros sueños, luchar en contra de la injusticia.
¡Luchar! Porque eso nos mantiene vivos.
Luchar, luchar y luchar.
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