Son unos minutos. Y es de suma urgencia.

Eran las 2AM de hoy, martes 2 de julio. Estaba en Twitter, una de las redes sociales que más frecuento. Y en mi inicio me encuentro con algo que me llamó curiosamente la atención: un link de Youtube, que rezaba con la leyenda "¿Quién era Kiki Lezcano?". Lo abro, sin saber con lo que podría toparme. Y el resultado de mi curiosidad fue espeluznante. Se trataba de un pibe, de la villa, al que había hecho desaparecer la policía. Y puedo jurar que fueron los 2 min 33 seg. más impactantes de mi vida que recuerdo. Y no era la primera vez que me topaba con una problemática de tal índole, ya que tenía conocimiento de estas cuestiones por el renombrado caso de Luciano Arruga, un adolescente de barrio humilde que fue secuestrado, torturado y desaparecido por la policía de Lomas del Mirador en el año 2009. Por supuesto que no me era nueva la noticia; pero, no por eso, sería menos escalofriante. Este pibe, "Kiki", era oriundo de Villa Lugano. Tan cercano a mi casa, que me pareció demasiado necio y descabellado de mi parte no conocer el hecho por esa misma razón. Llevo 18 años viviendo en el mismo barrio, y jamás había escuchado nombrar este acontecimiento. Sentí miedo. Sentí inseguridad. Pero, no la inseguridad proveniente del prejuicio; porque es demasiado fácil estancarse en eso. Entonces, seguí buscando fuentes. Voces. Testimonios de la gente que lo vivió en carne propia. Y fue en ese momento, que me topé con blogs como: http://www.fuegosdelugano.blogspot.com.ar/ - http://agrupacionkikilezcano.blogspot.com.ar/ y enlaces de YouTube: http://www.youtube.com/user/kikilezcano?feature=watch - http://www.youtube.com/channel/UCm5FW5D35YejnmINnJiNBZg, que me permitieron profundizar en la historia de estos chicos. Entonces, todo se tornaba más espeluznante al abrir un link atrás de otro. Seguía encontrando historias similares, ésta vez más cerca, todavía, del lugar en donde vivo.
Hubieron otros pibes más que fueron despojados de sus familias.
Como Marcelo Di Estefani, un chico de 17 años (DIECISIETE AÑOS) que vivía en la villa 1-11-14 de Bajo Flores. A tan sólo 5 cuadras de mi casa. Pertenecía al estrato más discriminado e ignorado de la sociedad que formamos parte, y era -como, lamentablemente, muchos chicos de estas características- adicto al paco. Ese veneno que, como su propia madre lo cuenta, "convierte a los pibes en robots. Los centros de rehabilitación lo único que hacen es darte un turno; y no entienden que los pibes adictos al paco, entre tanto enceguecimiento de su conciencia, existe un momento efímero en el que el pibe te pide que lo ayudes a salir de esa adicción. Y es ahí cuando necesitan del apoyo de los centros. El día pactado para el turno, ya no sirve, porque el chico vuelve a caer en la droga y no dispone de la misma voluntad que antes". La ayuda por parte del Estado es nula. La justicia deja entrever su impunidad al liberar a las pocas horas a los asesinos "por falta de pruebas", cuando la realidad es que éstos hijos de puta están protegidos bajo el brazo de la policía.
Porque la ecuación es muy simple: los transas les venden paco a los pibes con el fin de hacer su negocio. La policía se aprovecha de la vulnerabilidad de estos chicos y los manda a robar, les libera zonas, mientras que los jóvenes están completamente descerebrados en esa situación de adicción. Cuando Marcelo quizo dejar el vicio, los transas lo mataron porque veían una fuente de ingreso menos y la policía los encubrió por ser una persona con un testimonio mucho más que peligroso para la integridad de su vil sistema de asesinato.
Y es así en todas las villas. A los pibes los descerebran, los someten a robar, y cuando ya no les son útiles, la policía conlleva un plan de asesinato conjunto con el dealer para que -sin dar aviso a las familias- envíen a los cadáveres de los pibes a la morgue y los entierren como NN, escondiendo toda evidencia de tortura y maltrato.

Entonces, me pregunto yo. ¿Cómo pretendemos hablar de bajar la edad de encarcelación antes de plantearnos la "seguridad" que tenemos? ¿Cómo podemos culpar al pibe que sale a afanar por inconsciencia y psicológicamente sometido, sin fijarnos en dónde empieza la cadena de responsabilidades?

Estos pibes merecen atención, merecen que el Estado los haga sentir parte como nunca pretendieron hacerlo en toda su vida. Merecen inclusión, tratamiento en centros de rehabilitación verdaderamente efectivos, contención a las familias que pasan por estas situaciones.

Pero, antes de todo esto, nosotros como sociedad, debemos replantearnos el rol que cumple la policía en nuestros barrios. Y no dejar que pibes como Luciano, Marcelo y tantos más, caigan en manos de esta mafia perversa.

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