Siempre compraron cipayos que traicionan la verdad.

Es completamente inadmisible permitir que un ciudadano de la República Argentina, y con más razón, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, diga que hoy fue un día como cualquier otro. Nadie lo vivió de esa manera. O por lo menos, nadie debería sentirse ajeno al hecho que todos tuvimos la desgracia de presenciar. Una vez más, hablamos de una masacre. De una tragedia. De algo que con total seguridad, se pudo haber evitado. Pero, claro. Los que tendrían que encargarse de que cosas como estas no ocurran NUNCA MÁS en la Argentina, están demasiado ocupados llenándose los bolsillos ilícitamente. Peces gordos que hoy pertenecen al parlamento. Al Estado. Al lugar donde se depositan los impuestos y tantos otros montos de dinero que se recaudan a costillas del labor de todos los trabajadores a lo largo y a lo ancho del país. Ese tipo de gente, que es la que supuestamente debería cuidar a sus ciudadanos, pareciera que hace el mayor empeño en desprotegernos y (hasta me permitiría la palabra) perjudicarnos. Por supuesto que yo no soy laburante, por ser menor de edad y por estar en el colegio secundario hasta el momento. Pero creo que tengo todo el derecho de hacer una crítica sobre lo que el acontecimiento de hoy me generó, ¿no le parece, señor? ¿Y sabe por qué? Justamente, por ser hija de padres laburantes y por el independiente hecho de pertenecer a esta sociedad. A este país. O a este pozo de Latinoamérica lleno de corruptos. Como a usted le guste llamarle. Claro que las imperfecciones no existieron sólamente hoy, sino que desde hace años nos encontramos frente a esta situación; sólo que, las personas que debieron hacerse cargo en su momento, simplemente decidieron mirar para otro lado. ¿Cómo es posible, entonces, que hoy se hable de reguladoras ferroviarias privadas, cuando el Estado se dedicó exclusivamente a desacatar el reglamento existente sobre las condiciones en que debían encontrarse las unidades férreas? Sí, a primera vista, se hace dificultoso entender. Pero para pasarlo en limpio, sería así: el Estado se molestó en comprar infraestructura más "económica" en vez de seguir las pautas establecidas en dicho reglamento, que indican que las unidades de trenes deben estar hechas de un material resistente a cualquier tipo de coalición en caso de accidente. ¿Qué prefirieron hacer? Ahorrarse ese dinero, o quién sabe, suscribir como que fue invertido, cuando en realidad fue a parar a sus bolsillos de manera ilegal. ¿O nadie se acuerda de la masacre que sucedió hace apenas unos meses en la estación de Flores? En ese entonces, la cifra arrojó una cantidad de 20 fallecidos. Hoy nos toca hablar de 49 (sin aclarar las personas heridas que superan los 500). ¿Hasta cuándo vamos a seguir esperando para remendar las cosas de una vez? ¿Hasta que se muera un funcionario -o familiar/allegado del mismo- para que sientan la tragedia como propia alguna vez en su vida y recién ahí salgan a hacerse cargo? Es imposible hablar de seguridad, cuando los mismos sujetos que deben hacerse cargo de la misma, la violan indiscriminadamente. ¿Es aceptable que un padre desesperado tenga que recorrer al menos 25 hospitales en toda la Capital para poder encontrar a su hija después de 14 horas del hecho?. Pareciera que no aprendemos más. Que las desgracias que sucedieron en el pasado, no nos sirven para escarmentar y hacer que esto no pase de nuevo. Los 194 pibes no nos sirvieron. La tragedia de Flores, al parecer, tampoco. Ojalá que la masacre de hoy no sea una más de la lista.


Fusión entre dos de las mayores desgracias en los últimos diez años. Cromagñón, y la estación. Ambas ocurridas en el barrio de Once, que bien podría bautizarse como barrio de la impunidad, por parte de políticos de la peor calaña.



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